LA RED ESTÁ PLAGADA DE HOMBRES QUE ODIAN EL FEMINISMO.

     Algunos hombreson odiosos. No hay más que echar un vistazo a internet para darse cuenta.             Las mujeres -algunas, al menos- siempre lo han sabido. Aunque pensamos que somos de una generación que ha encontrado una nueva voz, puede que sea más acertado decir que tenemos una voz antigua que ha encontrado un nuevo volumen. Pero ese volumen trajo consecuencias. La intimidación organizada parece ser el precio que paga quien tenga voz, y en internet cualquiera la tiene.
     Las víctimas más notables del #Gamergate* durante el pasado año -mujeres como Anita SarkeeSian, Zoe Quinn y Brianna Wu- no eran radicales. De todas las mujeres que han sido violentamente amenazadas en internet, muy pocas son radicales. Tras el acoso sufrido por Anita, vi sus vídeos y no pude por menos que sorprenderme por lo poco controversial que resulta su análisis. Lo único que dice es que la industria de los videojuegos está dirigida a hombres: las mujeres, en caso de que aparezcan, normalmente son víctimas de violencia o trofeo sexual, ¿Hay alguien que dude de esto? ¿Es esto más radical que cualquier moderno recitando un salmo antiguo?
     Aun así, fue acosada por proponer una insurreción revolucionaria, hasta que, la última semana de agosto, Anita Sarkeesian, una mujer normal con un mensaje tan inocuo que cualquiera en su sano juicio lo consideraría obvio, fue obligada a cambiar de domicilio.
     Resulta que yo había pasado varias noches en agosto con uno de sus antagonistas. Él dice que no es de esos que mandan amenazas, y que no tenía nada que ver con Gamergate. Solo es un hombre que no ve con buenos ojos a Anita, y no tiene miedo de decírselo. No tiene opinión sobre el feminismo en general, o, al menos, de lo que él piensa que se ha convertido el feminismo después de conseguir el voto, trabajo y derecho al aborto, que solo es una palabrita que significa "autocompasión y sexismo hacia los hombres". Dice llamarse Max (aunque no se llama así, por supuesto) y es un activista por los derechos de los hombres. Di con él porque quería saber cómo son estos hombres, no en Reddit, o Twitter, o cualquier red social en la que prodiguen su causa, sino en la vida real, cuando están relajados, tras tomarse un par de cañas y sin teclado sobre el que desahogarse.
   "Te apuesto cien dólares", me dice Max la primera noche que quedamos, "si los dos nos subiéramos a una de estas mesas y nos pusiéramos a gritar lo que pensamos del feminismo, puede que alguien te dijera que te calles, pero a mí me lincharían".
     El activismo por los derechos de los hombres ha existido en la cultura estadounidense desde los 70, y se ha mostrado explícitamente como reacción violenta al feminismo. El movimiento no tiene plataforma o líderes notables, pero el tema central es siempre el mismo: son los hombres, y no las mujeres, los que están oprimidos. Los hombres están obligados a hacer el servicio militar, las mujeres no. Los hombres, a menudo, pierden a sus hijos en las disputas por la custodia. Normalmente, tienen trabajos más peligrosos y difíciles, en la construcción o agricultura. Y más allá de estas desventajas, dicen recibir respeto sistémico de una cultura que, cada vez más, se centra en lo que tenga valor femenino, tanto la expresividad emocional como la liberación sexual y reproductiva. Cuando alguno cambia el discurso, suele extremarlo, declamando la actitud antihombres del feminismo, y otros tratan de dar marcha atrás a la penalización de la violación dentro del matrimonio.
     Cuando quedé con él, Max vivía en el barrio River North de Chicago. River North (un barrio con el 70% de la población blanca en una ciudad en la que los blancos solo componen el 32% de la población, y bajando) es uno de los pocos lugares de Chicago donde uno puede vivir sin ser consciente de sus dinámicas raciales y culturales. Encontré a Max en Reddit, en un foro dedicado, principalmente, a hacer burla de jóvenes de izquierdas. Tuve suerte de que viviera en la misma ciudad que yo y tuviera ganas de hablar.
     En el imaginario popular, los activistas por los derechos de los hombres son arrogantes inadaptados: obesos, llorones que viven en un sótano y son sospechosamente aficionados a My Little Pony. Pero Max es notoriamente modesto, bastante atractivo y de complexión normal: te lo puedes imaginar tanto en ropa de deporte como en traje, listo para una entrevista de trabajo. Creció en Saint Louis, el mayor de dos hermanos ("estudia en Seattle, es un poco hippie"). Sus padres aún viven y siguen casados. Antes de que Max naciera, su padre era carpintero sindicado en Newark, New Jersey, siguiendo una larga tradición familiar, hasta que en los 80 el padre de Max empezó a trabajar como asesor. Cuando Max llegó a Chicago fue por ir a la universidad ("no soy el primero de la familia que fue a la universidad, pero sí el primero que fue cuando le correspondía, o sea, a los 18). Cuatro años después de graduarse ha conseguido una trabajo en el área financiera. "Aquí trabajan muchas mujeres", dice en mitad de su biografía. "Cobran lo mismo que yo". Aún no habíamos empezado ni  hablar de política.
    Max encaja bien con la gente que suele ir al bar mexicano en el que estuvimos unas cuantas noches de agosto. Chupitos de tequila a 8 dólares, camisetas por dentro del pantalón o camisas por fuera de unos vaqueros desgastados. Grupos de gente chillando en cada rincón. "Esto es como, no sé,  como mi vecindario", me dice la primera vez que entramos. No es el tipo de bar al que iría un viernes, o en el que buscaría lo que insiste en llamar "acción".
    "Estas chicas son un poco... eh... podría ser divertido, pero son algo pesadas". (Distinguirlas de las muy maquilladas y con escote que me enseña en Facebook como ejemplo de lo que "le gusta" requiere una capacidad de discernimiento que, definitivamente, no poseo).
     Cada noche de las tres que nos hemos visto lleva un polo de distinto color.
     Max no era miembro del Gamergate en sí. Esto es de lo más normal, activistas por los derechos de los hombres que desdeñan ese episodio en particular, si no por su virulencia, sí por su celebración de los hombres que prefieren Dungeons and Dragons a ver fútbol. Del mismo modo, hay activistas del Gamergate que siguen empeñados en defender que son moralistas de los videojuegos y se desmarcan de los "hombres" como clase política generalizada.
   Pero estas vaguedades -las quejas por el Gamergate, ser el tipo de persona que dice ser de "la agencia por los derechos de los hombres" o los que prefieren otra definición- son meros síntomas del sentido victimista masculino. Este complejo de víctima es el que quiero tratar de explicar, y no los mecanismos concretos de los reaccionarios. Me interesa el estilo de vida del hombre que convierte en reales estos hechos, el que, en las últimas décadas sintió que la fundación teórica de su heredada supremacía empezó a desmoronarse y pasó a la defensiva, atacando a cada grano de arena que estuviera bajo sus pies.
     Algunos hombres han guardado muy celosamente sus privilegios, pero, por primera vez, estamos viendo lo que ocurre cuando esos hombres empiezan a tomar conciencia de la pérdida de su derecho divino. No quiero decir con esto que sean monstruos. Max forma parte de este tipo de hombres, y no es una fuente de malevolencia en sí mismo. Es de un tipo más suave. Pasé todo el mes de agosto con un hombre atractivo, con camisetas polo, al que no se le ocurriría hacer daño a nadie, excepto en defensa propia, pero salido de una olla en la que se está cociendo una nueva ira. Y una de las burbujas de cocción se llamaba Elliot Oliver Rodget, el hombre de 22 años que protagonizó un tiroteo el año pasado en la Universidad de Santa Bárbara, California, acto del que culpó a las mujeres que lo habían rechazado.
   "No soy como esos tipos que viven obsesionados", dice Max en nuestra primera noche juntos. "Vale, sí, comento artículos. Estoy en Reddit, (lo que, por cierto, no es como si fuera el centro de la Agencia por los Derechos de los Hombres, o algo así, hay incluso feministas ahí) pero sí tuiteo y eso. Eso sí, pocas horas a la semana, y la mayoría solo entro para leer noticias"
   Dice esto, creo yo, para distinguir entre sí mismo y la concepción, no muy acertada, de los
activistas por los derechos de los hombres como solitarios frustrados con mucho tiempo libre. Pero esta distinción conlleva cierto lamento, pues le gustaría estar más involucrado en la lucha. "A ver, no fui a esa conferencia tan importante sobre derechos de los hombres que hubo este verano, pero..." se interrumpe porque llegan las enchiladas, con la consiguiente charla sobre la forma de vestir de la camarera, y algunos pensamientos sobre "las fuerzas del mercado" y las "realidades sociales básicas" por las que cree que me puedo interesar (la camarera lleva lo que puedo describir como una vestimenta perfectamente adecuada para una camarera: camisa blanca, chaqueta negra y pantalones negros. Max suelta un discurso más elaborado: "es tan modesta como reveladora. Se somete a las normas sociales, y al mismo tiempo es algo victoriana. Quiere dignidad, y quiere ser perseguida al mismo tiempo. Y siempre es así, pero seguro que te diría "¡no me he vestido así para ti!". Pues sí, sí lo ha hecho. No es porque quiera acostarse conmigo, sino para que le den propinas. Pero si sale así por la noche, sí es para atraer a un tío. Y no pasa nada por eso, ¿sabes?").
     La discusión se parece muchísimo a cualquier otra que puedan tener dos hombres en este bar, o en cualquier bar, excepto porque Max es un reaccionario (y lo sé) y yo soy una escritora feminista que escribe sobre política (y Max lo sabe). No me sorprende ver que empezó a ser así ya en el instituto. "Cuando tenía 10 años o así te habría dicho que era feminista, como si supiera lo que significa", dice Max. "Mi madre dice que es feminista. Y creo que, en el sentido que lo dice, también lo soy yo. Pero no tiene ni idea de lo que significa ser feminista hoy en día. Para ella, el feminismo significa que todos somos iguales, pero si dijeras eso en la actualidad, estas guerreras de la justicia de Tumblr te llamarían basura sexista y te desearían la muerte. Yo, al principio, no me di cuenta. Pensé que las feministas querían que las mujeres pudieran votar y trabajar, lo que me parece bien".
     Max me cuenta que no era impopular en el colegio, pero que leía más de la cuenta, la mayoría en el ordenador. "No tenía novia", dice. ¿Qué más puedes hacer cuando tienes 15 años?" Los medios sociales actuales no existían en 2002, así que Max pasaba el rato en foros dedicados a un tema único, o cargando páginas de revistas. "La gente de nuestra edad tenemos suerte de haber tenido eso. Creo que nos ayudó a aprender a buscar por nosotros mismos, y no fiarnos de lo que está de moda" (Max tiene 28 años). Le empezaron a interesar los típicos asuntos de hombres: derechos de paternidad, el servicio selectivo, los requerimientos al Estado de las madres solteras. El término "activista por los derechos de los hombres" no era el que utilizaba para definirse en aquel momento. Prefería considerarse un "humanista".
    "Poner la palabra "hombres" en el nombre es una respuesta intencionada al feminismo, creo yo. Porque las feministas dicen que luchan por todos, pero en realidad solo se preocupan primero por las mujeres. Así que el nombre es más que nada para trolearlas, creo yo".
    Le pregunto si es malo que el feminismo se interese en primer lugar por los intereses de las mujeres. "Hace cien años puede", dice, "pero ¿en 2014? las mujeres tienen muchísimas ventajas que los hombres no tienen".
     ¿Como por ejemplo?
     "No me gusta esto de nosotros contra ellas".
     Por esto, según dice, es por lo que es un defensor de los derechos de los hombres con mayúsculas desde 2010. Pero se da cuenta de que está generalizando mucho, y hay cosas que se da mucha prisa en negar. No es un Pick-Up Artist*, ni un Red Piller*. No es un tío que vaya a lo suyo. Estas distinciones son necesarias en el laberinto del movimiento reaccionario masculino, y es fácil confundirse, pero también engañoso, pues confluye en cierto modo con algunas facciones de la izquierda. No me imagino al tribalismo prestando demasiada atención a la política. En el mismo momento en que apaga su portátil vuelve a un mundo lleno de privilegios que no todo el mundo puede permitirse. Los maléficos activistas de Tumblr de los que suele reírse no tienen esa posibilidad.
     He aquí algunas de las cosas que Max está orgulloso de ser. Es ateo convencido, y liberal activo. La línea es la misma: un anticlericalismo proactivo y cierta aversión por la existencia de un organismo regulatorio, en un vago sentido en el que esta aversión constituye una postura moral. Esta trinidad es bastante común. Una encuesta realizado el año pasado entre los subreddits de Derechos de los Hombres descubrió que el 94% de sus miembros se identificaban como ateos o indiferentes. Otro estudio más extenso del movimiento Derechos de los Hombres en Reddit concluyó que el 84% se definían como "fuertemente conservadores", con cierta inclinación al liberalismo.
    Para quienes pertenecemos a la izquierda, estas asociaciones resultan artificiales: gente de derechas que se apropia del discurso de la justicia social para pedir mantener el estatus de los hombres, y al mismo tiempo rompiendo (algo más típico de la izquierda) con la religión patriarcal que ha fomentado esos valores. Cuando Max habla sobre una ideología concreta, no puede evitar sacar a relucir otras. Para él, todas están relacionadas, son diferentes expresiones de una misma visión del mundo.
     La primera vez que hablamos le pregunté si alguna vez había creído en Dios. Al final nos hemos metido de lleno en una conversación política. "Este es Dios" dice justo después de tomarse un chupito de Fireball de un trago.
     Le sorprende que quiera hablar de religión y política, pero no parece molesto. Al contrario, parece ansioso de entrar en el tema.
   "Creo que la religión es una de las mayores amenazas a la sociedad", dice. "Y creo que el feminismo y todo eso, no trata sobre Dios explícitamente, pero tiene, definitivamente, el mismo impulso religioso, ¿no crees?".
     Para Max, la religión es como los entremeses de toda una vida de adoctrinamiento en mentiras. "Reconozco que no es realista ni nada, pero si nos libráramos de la religión, cambiaría esa forma que tenemos de pensar en las cosas, por la que simplemente estás de acuerdo con lo que te dicen, esa por la que te crees todas esas ridículas estadísticas sobre mujeres como lo de la brecha salarial". (Max me da una charla larguísima sobre "el mito de la brecha salarial" que parece una amalgama de diferentes versiones leídas en distintos blogs).
     "Creo que la voluntad de creer en algo empieza cuando eres un crío con Jesús, y te prepara para ser así el resto de tu vida. Cuando era niño habría dicho que era algo conformista, pero suena un poco a débil, ¿no?".
     Pide otra ronda y sigue con lo que se ha convertido en un mantra familiar para los activistas de los derechos de los hombres (o nuevos ateos, o libertarios): la queja explícita de que son los únicos que ponen cordura a todo. "La gente no usa la lógica", "solo discuto algo lógico", "solo me interesan las evidencias": es imposible mirar las respuestas a cualquier post sin encontrarte varias de este tipo, y son marcadores tribales, no quejas reales: "es ridículo que esta gente me diga que tengo poder porque soy un hombre blanco", dice Max. "Como si los americanos fueran a votar por un presidente musulmán mujeriego y gay antes que por un ateo. Nos tratan como un chiste. Si crees que la gente es cruel con las feministas en Twitter, deberías ver lo que nos dicen a nosotros. Cosas tipo "muérete, escoria cisblanca".
     Ríe, pero parece fingido. De no ser así, parecería que se está empezando a poner histérico.
     Hace una pausa: "como si fuera un privilegiado, mi privilegio es que tengo unos padres que me enseñaron a pensar por mí mismo". Max dice esto en un tono más serio del habitual. Pero de pronto vuelve a sonreír y me dice: "Vaya, qué oprimido estoy, ¿eh?".

Traductora: Marina Liñán

Publicamos la primera parte de este artículo, debido a su gran extensión. Próximamente la segunda parte.
https://www.vox.com/2015/2/5/7942623/mens-rights-movement 

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