NUNCA ME HAN AGREDIDO SEXUALMENTE

     Nunca me han agredido sexualmente.

     Cuando tenía 5 años me llevaron a una guardería que estaba dentro de una casa, y la llevaba una mujer que tenía un hijo y varias hijas (entre que era muy pequeña entonces y que han pasado muchos años, no recuerdo exactamente cuántas). Las hijas eran mayores que yo, pero más pequeñas que el chico. Él debía estar en sexto o en el instituto ya. Para mí, eso era ser mayor.
     No me gustaba ese chico porque me obligaba a sentarme en su regazo y no me dejaba levantarme, haciendo que los otros niños se rieran y que sus hermanas dijeran que yo le gustaba. Tenía un roedor como mascota -un hámster o un jerbo, creo- en una jaula dentro del vestidor en su habitación. Una vez me prometió que podría cogerlo, y sonaba irresistible, así que consiguió que entrara en su habitación, y entonces cerró la puerta con pestillo. El vestidor era un poco alto para mí, así que para poder llegar a la jaula tenía que ponerme de puntillas. Tenía las manos sobre una de las baldas para sujetarme, cuando de pronto noté que me bajaba los pantalones rápidamente. Empecé a llorar de inmediato y el chico, incapaz de hacer que me callara, me dejó subirme los pantalones y abrió la puerta para pudiera irme.
     Tengo algunos otros recuerdos muy vagos del tiempo que pasé allí: estar tumbada en su cama, mirando un trocito de mis bragas de flores que asomaban por la cremallera bajada de mis vaqueros. Fingir que tenía dolor de tripa para que me dejaran quedarme en la cocina con su madre, tomando Pepto-Bismol hasta que mi madre viniera a recogerme.
     ...¿Qué más ocurrió que no soy capaz de recordar?
   Le supliqué a mi madre que me llevara a otra guardería, pero no le dije por qué. Me daba muchísima vergüenza y no encontraba las palabras para describir lo que había ocurrido.
      No había olvidado lo que ocurrió realmente, solo lo oculté en mi mente. Hasta que no tuve 19 años no resucitaron esos recuerdos, y se lo conté a mi madre. Habían pasado 14 años desde entonces, así que no podía contarle cosas muy concretas. Ninguna de nosotras recordábamos los nombres de nadie de la familia. No denuncié.

     Nunca me han agredido sexualmente.

     Cuando tenía 8 años, iba en bici por una calle principal de mi ciudad cuando un grupo de hombres pasaron en coche. No los habría ni mirado si no fuera porque uno de ellos bajó la ventanilla y me gritó "QUIERO LAMERTE EL COÑITO" al pasar. Probablemente se rieron y se olvidaron enseguida, pero yo no. Las palabras me ardían en el estómago, y, de nuevo, yo era la única que sentía vergüenza. Ni siquiera estaba enfadada con ese hombre ni con sus amigos, solo me daba vergüenza que eso me hubiera pasado a mí. Como resultado, nunca se lo dije a nadie, y una vez más, ¿qué pasó? No denuncié.

     Nunca me han agredido sexualmente.

     Un día, cuando tenía 13 años, iba bajando por las escaleras de mi instituto en un cambio de clase. Estaba sola, y vi a un chico que no me caía bien que venía hacia mí. Él y otro chico a menudo nos decían cosas desagradables a mis amigas y a mí. (Una vez incluso nos siguieron por la calle un buen rato, hablando en voz alta sobre lo que nos harían, y presumiendo de que no podríamos pararlos).  Se acercó a mí, y fui hacia la pared para escapar de él si era posible, pero no lo conseguí. El chaval me empujó contra la pared, sujetándome los brazos, en los que llevaba los libros. Puso su cara junto a la mía mientras me metía una mano debajo de la camisa y me frotaba la entrepierna con la otra. 
     Cuando entré en clase, tenía la cara roja de vergüenza, solo deseaba que nadie lo hubiera visto. Cuando me preguntaron, me negué a contarle a nadie lo que había pasado. Me sentía completamente humillada. No denuncié. 
   
     Nunca me han agredido sexualmente.

     Cuando tenía 15 años, conocí a un chico que tenía un par de años más que yo, y su padre nos dejaba beber en casa. Así que lo hacíamos. Mucho.
     Una tarde estaba allí bebiendo con dos chicos, y bebí tanto que vomité a un lado, delante del porche. Tan borracha que estaba incapacitada. Uno de los chicos (que más tarde se casó con una amiga mía) vino detrás de mí, desabrochó mi sujetador, y me sobó los pechos mientras vomitaba.
     A la mañana siguiente, me llamó un amigo y me dijo que ese chico le había contado a todo el mundo que habíamos tenido sexo. No podía recordar muy bien lo que había pasado, pero sabía que no era verdad. Tenía el periodo y no me había llevado tampones, pero me levanté con el tampón exactamente donde estaba antes de que empezara a beber.
     No podía contarle a los adultos lo que me había hecho, ya que se supone que no debía estar bebiendo y no quería meterme en líos o meter en líos al padre de mi amigo. En aquel momento, pensé que el secreto que tenía que guardar era lo de beber. Esto fue en los 80, y, tal como nos había enseñado John  Hughes, "desmayada" era una excusa válida para que los chicos pudieran tener sexo. No denuncié.

     Nunca me han agredido sexualmente.

     Cuando tenía 18 años, vivía con mi novio. Una noche, me fui a la cama antes que él. Estaba
profundamente dormida, de lado, cuando me desperté sintiendo su pene dentro de mí desde atrás, con mi ropa interior apartada a un lado. Me quedé alucinada, pero nunca se me ocurrió pensar que era una violación. Era mi novio. Cuando le pregunté qué hacía, me acusó de hacerle esperar demasiado para tener sexo, y me pidió que le dejara terminar. Lo hice, Años después, muchos después de haberlo dejado, una vecina me dijo que la había violado. No denuncié.

     Nunca me han agredido sexualmente.

     Me seguía repitiendo esto a mí misma porque ninguno de estos incidentes se incluyen en las estadísticas de violencia sexual contra mujeres y niñas. No estoy sola. Estoy segura de que todas las mujeres pueden contarte que les ha pasado al menos una de estas cosas. Y ninguna de ellas son denunciadas nunca.
     Hay muchas razones por las que las mujeres deciden no contar a nadie las agresiones sexuales que sufren. No lo contamos porque no entendemos qué está ocurriendo, o porque nos da vergüenza, o porque nos da miedo. No lo contamos porque no queremos que nadie nos diga que "lo íbamos pidiendo", que "disfrutamos" o que estamos mintiendo.
     Cuando lo contamos, cada pregunta que nos hacen guarda cierto escepticismo. Tenemos que contar la historia de la misma forma cada vez, obligándonos a revivir el asalto una y otra vez. No podemos acordarnos de repente de nuevos detalles, no importa cuántos años tuviéramos entonces o lo borrachas que estuviéramos, porque eso siembra la duda. Debemos estar preparadas para que se analice nuestro comportamiento antes, durante y después del asalto, porque este comportamiento se puede usar como excusa para restarle crédito a nuestra historia. Sabemos que si no somos unas perfectas narradoras nos dirán que merecemos que nos castiguen por acusar a alguien en falso y por intentar destruir su futuro. Debemos denunciarlo inmediatamente después de sufrir la agresión, y no podemos ducharnos, incluso aunque ducharte sea lo que más deseas en ese momento. No importa lo que hagamos, no importa lo que digamos. "Nadie puede saber lo que pasó, a menos que estuviera allí".  Como si las mujeres no fuéramos dignas de confianza por naturaleza, no puedes creer nuestras palabras a menos que alguien, literalmente, viera con sus ojos la agresión. Si hay una testigo, tampoco se puede confiar en ella, por supuesto no es objetiva. Las agresiones que sufrimos y nuestras respuestas a las mismas deben encajar en un relato aceptado por la sociedad, de lo contrario nos desacreditarán.
      Así que, cuando le preguntes a una mujer por qué no habla, por qué no denuncia, por qué ha estado callada durante años, significa que no la crees. Tú sabrás por qué.

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Deirdre Pearson y publicado en Feminist Current el 21 de noviembre de 2016
http://www.feministcurrent.com/2016/11/21/never-sexually-assaulted/

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