¿POR QUÉ NUNCA SE DEBERÍA LEGALIZAR LA PROSTITUCIÓN?

La legalización del comercio sexual beneficia a los chulos y a los dueños de burdeles, no a las mujeres. La abolición es la única solución progresista posible.

     Si preguntas "¿qué deberíamos hacer sobre la prostitución?" en cualquier lugar del mundo, lo más posible es que te contesten: "legalizarla." Esto se basa en la creencia de que siempre habrá hombres que paguen por sexo y mujeres que lo vendan. Despenalizar todos los aspectos de la prostitución -incluidos regentar burdeles y comprar sexo- harán, según este argumento, más segura la vida de las mujeres, y también facilitará que se acabe con el abuso de raíz.
     Quienes apoyan la legalización, incluso muchos liberales y algunas feministas, consideran que la prostitución es un trabajo, y defienden que se puede defender a las prostitutas con medidas de salud y seguridad. Legalizar la venta de sexo -manteniendo que sea ilegal comprarlo- significaría que las prostitutas no sean penalizadas. Pero incluso aunque solo comprar sexo fuera ilegal, las mujeres prostituidas se enfrentan a muchos riesgos.
     En los últimos años este argumento ha avanzado enormemente. En el año 2000, los Países Bajos formalizaron lo que ya había sido aceptado desde hacía años, y levantó la prohibición de los burdeles, legalizando en efecto el comercio sexual. Tres años después, el gobierno de Nueva Zelanda aprobó, por un voto, El Acta de Reforma de la Prostitución de Nueva Zelanda, que legalizó la prostitución en la calle y regentar burdeles. 
     Por el contrario, la posición abolicionista -apoyada por feministas incluida yo misma, y todas las supervivientes que he entrevistado- es: la prostitución es inherentemente abusiva, y consecuentemente, causa desigualdad. No hay forma de hacer que sea más segura, se debería erradicar. Las abolicionistas rechazan el blanqueamiento del término "trabajadora sexual", y considera que la prostitución es una forma de violencia en un mundo neoliberal en el que la carne humana se ve como un producto, como una hamburguesa.
     Las abolicionistas no creen que la prostitución tenga algo que ver con el sexo o la identidad sexual, sino con un intercambio que explota a una de las partes y radica en el poder masculino. Consideran que la única solución progresista es ayudar a la mujer a salir, y criminalizar a quienes dirigen la demanda. En Suecia, donde la ley que criminaliza a quienes compran sexo y no a quienes lo venden desde 1999, ha habido un cambio radical de actitud en los ciudadanos, y alrededor del 80% apoya la decisión del gobierno.
     Lo que he descubierto mientras estudiaba las campañas por la legalización en los Países Bajos, Irlanda y el Reino Unido, es que los magnates de la industria del sexo tienen mucha voz en dichas campañas, y a menudo las financian; y que los grupos que dicen representar a las "trabajadoras sexuales" muy posiblemente dan voz a los chulos, puesto que son ellos los que representan a las mujeres que venden sexo.
     Si conideráramos la prostitución como trabajo, tendría sentido que las trabajadoras pidieran sus derechos. El problema es que el término "trabajadora sexual", acuñado en 1980 y usado cada vez más por la policía, sanitarios y los medios, incluye a los pornógrafos, strippers y chulos, además de aquellas que venden sexo directamente.
       En Nevada, donde los burdeles son legales, entrevisté al dueño de un burdel que prostituía a una joven con graves problemas de aprendizaje que había sido vendida al burdel por el padre de su novio. El hecho de que este burdel fuera sancionado legalmente, y por tanto, visto como un negocio -nada diferente a un restaurante- significa que el proxeneta puede decir que le está haciendo un favor a su empleada dándole trabajo a pesar de sus dificultades en el aprendizaje.
     En el Reino Unido el argumento a favor de la legalización ha ganado apoyos entre los sindicatos. El GMB creó una rama de entretenimiento para adultos en 2002, e hizo bolos en conferencias políticas, el Royal College of Nursing y el Instituto de la Mujer.
     En 2010, habiendo observado la creciente influencia de la Unión Internacional de Trabajadoras Sexuales, decidí buscar un poco en sus orígenes y sus socios. Presentada en Londres en 2000, se describe a sí misma como "una organización de base" que lucha por lo derechos de todas aquellas que trabajan en la industria del sexo. Descubrí que sus socios, principalmente, eran académicos que estudian la industria del sexo, hombres que compran sexo y alguna que otra persona que ofrece servicios, lo que no representa en absoluto la industria en Gran Bretaña.
     Uno de sus socios y portavoz es Douglas Fox, miembro activo del Partido Conservador y de Amnistía Internacional de Reino Unido. Presentó una moción para legalizar la prostitución en la reunión anual de Amnistía Internacional en 2008. Siete años más tarde, la legalización pasó a ser una de las políticas de Amnistía Internacional.
     En todas partes la pauta es la misma. Casi inmediatamente después de que se creara un movimiento que intentaba criminalizar la compra de sexo -Apaga la Luz Roja- en Irlanda, ya había una contracampaña llamada Apaga la Luz Azul. Luego se supo que un proxeneta convicto, Peter McCormick, lo estaba financiando.
     Otro activista es John Davies, que actualmente está cumpliendo 12 años de cárcel por fraude a una organización caritativa. Antes de ser encarcelado por defraudar al menos 5,5 millones de libras de los contribuyentes Británicos, Davies viajó por todo el mundo dando conferencias, pregonando que la trata es un mito creado por las feministas, y que la legalización es la única respuesta posible.
     Lo  que ocurre cuando el argumento que gana es el de la legalización se ha demostrado en los Países Bajos durante la última década. Tres años después de que se cambiara la ley, el gobierno empezó a cerrar zonas de prostitución callejeras y a restringir las licencias de los "burdeles ventana". En 2004 entrevisté a la lideresa de la unión Red Thread financiada por el gobierno. Me dijo que contaban solo con 100 socias, la mayoría de las cuales eran "bailarinas eróticas" sin ninguna conexión con la prostitución. Karina Schaapman, concejala en Ámsterdam y superviviente de la industria del sexo, dijo en 2005 que la legalización procedía de la idea de que las mujeres elegían activamente ser prostitutas. "Pero esta idea no es correcta," dijo. "Dos tercios de las prostitutas son extranjeras, a menudo ilegales, y nadie las registra ni las censa." El anterior alcalde de Ámsterdam, Job Cohen, dijo que la legalización no había conseguido erradicar el crimen organizado inherente a la prostitución, y que su intención era "revertir parcialmente" la legislación.
     Mientras tanto, los vínculos entre el crimen organizado, la violencia y la prostitución en Nueva Zelanda no se han roto. Hay distintos puntos de vista sobre si la legalización ha hecho la situación mejor o peor. Un informe publicado cinco años después de la legalización asegura que esta apenas afectó a las mujeres de la industria, aunque sí ofreció protección a los niños, entre otros. Pero el testimonio personal de las mujeres prostituidas presenta evidencias de que los dueños de burdeles y los clientes se han beneficiado mucho más que las propias mujeres.
     La buena noticia es que los proxenetas no ganan siempre. Las nuevas leyes que criminalizan a quienes compran sexo y despenalizan a quienes lo venden, entró en vigor en Irlanda del Norte en 2015, y en La República de Irlanda este año. Laura Lee, una activista por los derechos de las "trabajadoras sexuales" ha presentado una objeción legal a esta ley, y cuenta entre sus apoyos con el del proxeneta Peter McCormick.
     Espero que Lee pierda. Entiendo perfectamente por qué alguna gente, al oír que la legalización ofrece más protección a las mujeres prostituidas, la apoyen. Pero casi nadie, incluidas las abolicionistas, cree que las mujeres que venden sexo deban ser tratadas como criminales. Nuestro argumento es que los proxenetas y los clientes sí deberían ser considerados delincuentes.
     Quienes se oponen a las abolicionistas no quieren darse cuenta de que la legalización, tal como se plantea, significa legalizar el proxenetismo, pagar por sexo y regentar burdeles. Y esta no es la forma de hacerlo, a menos que lo que queramos es facilitar que los hombres que manejan la industria del sexo en todo el mundo e enriquezcan a base de los cuerpos de las mujeres.

Traductora: Marina Liñán

Artículo escrito por Julie Bindel, publicado en The Guardian el 11 de octubre de 2017
https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/oct/11/prostitution-legalised-sex-trade-pimps-women

Comentarios

  1. Que yo sepa en España la prostitucion no esta legalizada y me parece bien. Los abolicionistas que proponen? Supongo que se cumpla la ley penal, articulos 177,177bis y 187. Me parece muy bien, pero no veo que los abolicionistas protesten ante la Policia o sus superiores por inactividad y alguna vez por complicidad. Yo soy abolicionista rama Adoratrices del Santisimo Sacramento, que pisan clubes y hacen barra

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