HISTORIA CULTURAL DEL MANSPLAINING

El mundo es relativamente nuevo, pero esta idea lleva rulando desde hace décadas.


     No hace mucho, un hombre de estado estadounidense de considerable influencia escribió un artículo de opinión para este periódico sobre un asunto político que afecta directamente a las mujeres. Quizá este artículo fue el ejemplo de mansplaining más perfecto nunca publicado. En esta campaña electoral, la idea de "mansplaining" -explicada sin tener en cuenta el hecho de que la persona a quien se le explica sabe más que el que explica, a menudo un hombre explicando algo a una mujer- ha irrumpido en la escena política. Hugo Schwyzer, de Jezebel ya señaló su crecimiento en septiembre, y escribió que "se ha movido más allá de la blogosfera feminista". Y, desde luego, hoy en día, cada vez que un político abre la boca para hablar sobre cuestiones que afectan a las mujeres, como en este caso o este otro, lo llamamos mansplainer. 
     Pero el artículo en cuestión no fue escrito este año. Su autor, Lyman Abbott, fue un prominente teólogo de Nueva Inglaterra, y se publicó en un ejemplar de The Atlantic de 1903. Se titulaba "Por qué las mujeres no quieren el sufragio femenino". Abbott escribe:
"Creo que es porque la mujer siente, si es que no lo ve claramente, que la cuestión del sufragio femenino es más que meramente política, que concierne a la naturaleza y la estructura de la sociedad, la casa, la iglesia, la industria, el estado, el tejido social. Y ante un cambio que implique revolucionar todos estos aspectos, ella interpone una inflexible aunque silenciosa oposición. Por estas mujeres silenciosas, cuyas voces no se oyen en convenciones, ni son líderes, ni dan charlas ni visitan asambleas legislativas, hablo yo."
     Ya ves, incluso aunque las mujeres en cuestión no han dicho nada al respecto, Lyman Abbott sabe absolutamente lo que quieren incluso mejor que ellas. Cualquier mujer a favor del sufragio no vive la verdadera experiencia femenina tan bien como él. 
     Resulta que 2012 no es el año del mansplainer. La única razón por la que pensamos así es porque la propia palabra no existía hasta hace poco.
     En realidad el nacimiento de dicha idea fue en 2008. Ese año, parte de un ensayo de Rebecca Solnit, llamado "Los hombres me explican cosas", apareció en Los Angeles Times. Solnit no usó la palabra "mansplain", simplemente definió el concepto, describió cómo una vez un hombre le explicó un libro sin darse cuenta de que ella era la autora del mismo. Según Know your meme, la palabra apareció por primera vez más o menos al mes de publicarse el ensayo en LA Times, en la sección de comentarios de LiveJournal. El conocimiento de la palabra aumentó lento pero seguro, principalmente en blogs feministas, hasta que llegó un momento que estaba por todas partes: un gráfico de búsquedas de la palabra en Google mostraba una línea recta hasta el pasado verano, cuando apareció en un blog político titulado "The Mittsplainer", así como en un post de xoJane.com que critivaba la palabra. Aún hay un salto mayor en octubre, quizá ligado al nacimiento de Mansplaining Paul Ryan.
     La idea no era algo político inicialmente, puesto que hay mansplaining en el ámbito académico, en las oficinas y en los comedores. Pero tiene sentido que la política pusiera el foco de atención sobre ello. Cuando hablamos de política, parece que los hombres han estado hablando de las experiencias de las mujeres toda la vida.
     John Adams, cuya relación con Abigail Adams parece ser un ejemplo brillante del matrimonio, expuso la necesidad de que los maridos sean los maestros legales de las esposas. En una carte de marzo de 1977, Abigail le dijo que los hombres que tienen control absoluto sobre sus mujeres son propensos a usarlas cruelmente, y le advirtió que las mujeres no deben sentirse obligadas a obedecer las leyes hechas por un cuerpo que no las representa. Él le respondió:
"Depende, sabemos bien cómo repeler nuestro sistema masculino. Aunque este funcione a pleno rendimiento, sabes que es poco más que una teoría. Estamos obligados (los hombres) a actuar de forma justa y suave, y en la práctica sabes que somos los sujetos. Tenemos el nombre de maestros, y en lugar de abandonar dicho nombre, lo que nos haría tan déspotas como una enagua, espero que el General Washington y todos nuestros valientes héroes lucharan en esta situación."
     En otras palabras, le dice a su mujer, que ha expresado su preocupación por la forma en que los hombres tratan a sus esposas, que él conoce la experiencia de ser esposa mucho mejor que ella.
     Y en un debate presidencial en 1980, el presidente Carter sacó a colación el hecho de que, tras cuatro décadas de apoyo a la Enmienda de Igualdad de Derechos, el Partido Republicano lo había eliminado de su programa. Reagan explica (haciendo mansplaining):
"Me gustaría que la gente prestara atención al hecho de que esa Enmienda podría ser usada por hombres perversos para destruir las discriminaciones que pertenecen propiamente, por ley, a las mujeres, que respetan las diferencias entre los dos sexos, y las leyes del trabajo que las protegen de cosas que serían físicamente dañinas para ellas."
       En otras palabras, Reagan sabe mejor que las mujeres lo que pueden hacer y lo que no.
     Pero solo porque el concepto lleve rondando tanto tiempo no significa que el mansplaining sea una condición necesaria de los políticos cuando hablan de asuntos que las mujeres viven de primera mano. Los políticos de todas las ideologías han evitado el tema, muy elocuentemente. El presidente Ford, republicano, se mostró a favor de la Enmienda de la Igualdad de Derechos, señalando en 1976 que incluso algunos ejemplos de discriminación que parecen "bonitos pero ridículos" pueden herir a aquellos a quienes se discrimina. Recientemente, en su debate con Paul Ryan, el vicepresidente Biden dijo que no puede saber cómo se siente una mujer embarazada. Mientras que los dos hombres fueron capaces de pensar lo que harían en ciertas situaciones si fueran una mujer, al parecer ambos reconocieron que no podían saberlo con seguridad.
     Es una línea muy fina, pero ver mansplaining en todas partes -especialmente cuando sabes que lleva pasando tanto tiempo- es quizá tan peligroso como invisibilizarlo. Es mala idea no intentar ponerse en la piel del otro, independientemente de su género. Resulta que, incluso la anterior "mansplicación" sobre el sufragio, Lyman Abbott tuvo la actitud de reconocer que, aunque nadie pueda saber lo que es estar en la situación de la otra persona, los humanos son capaces de empatizar: "El hombre no es una mujer inferior. La mujer no es un hombre inferior".

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Lily Rothman, el 1 de noviembre de 2012, y publicado en The Atlantic
https://www.theatlantic.com/sexes/archive/2012/11/a-cultural-history-of-mansplaining/264380/

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