EN 2018, EL PORNO ES UNA INDUSTRIA QUE NO VENDE SEXO: VENDE ABUSO

Es innegable que el porno está a nuestro alcance más que nunca

N. de la T: Este es el primer artículo escrito por un hombre que publicamos en este blog. Hemos llegado a él por recomendación de la propia Julie Bindel, pero nos ha parecido interesante dar a conocer el punto de vista de un hombre que ha abierto los ojos ante lo que implica la industria del porno.

     ¿Qué es el porno? La producción de películas pornográficas empezaron más o menos al mismo tiempo que se inventó el cine, en 1895. Si ves una película de las de entonces, podrás ver a la actriz Louise Willy haciendo un striptease. Sin embargo, era más una pantomima que otra cosa, y no se llegaba a desnudar. Ahora pregúntale a cualquiera que conozcas a ver si eso le parecería porno tal como lo conocemos hoy en día, siquiera un poco. El porno ha cambiado.
     Avancemos hasta 2018. El porno ahora mismo es una industria mundial multimillonaria, con unos beneficios de entre 2 millones de dólares y 90 millones de dólares, depende de la fuente que consultes. Todos estamos de acuerdo en que es una industria creciente, un negocio en constante evolución con empleados, ingresos, impuestos y eventos publicitarios. Con el boom de internet en los 90, el porno consiguió una plataforma de lanzamiento como no había tenido nunca antes. Pasó de ser un tema tabú y tener que esconder las revistas bajo el colchón, a ser de inmediata y comodísimamente accesible.
     Aparte de eso, la era digital conllevó otros cambios sutanciales. La prensa online cada vez es más común (se calcula que tiene una media de 200 millones de usuarios al mes); las apps te permiten tareas tan básicas como pedir un taxi, y la televisión por cable es casi lo normal en todas partes.
     Por todo esto, cualquier negocio o industria necesita ofrecer servicios nuevos constantemente, algo mucho mejor por el mismo precio, una propuesta de márketing irrechazable aunque el mercado esté abarrotado. Esto no es nuevo en la historia del mundo de los negocios, y sin embargo, internet permite que los compradores simplemente se larguen a cualquier otro negocio, sin esfuerzo, si el producto que tú tienes les deja de gustar. Ya no hace falta que tengamos que esperar por un producto, así que, simplemente, no esperamos. ¿Por qué iba a ser la industria del porno diferente en este sentido? En un mercado cada vez más global, el porno es un producto más, con compradores y consumidores. La gente quiere placer sexual, y lo quiere sin tener que levantar siquiera el culo del sofá.
     Ahora bien, ¿cómo prospera el porno como producto en este mercado? Pues del mismo modo que cualquier otro producto digital. Atrae, mantiene y aumenta su clientela haciéndose atractivo y cambiando según las peticiones y deseos de los clientes, sean los que sean. Básicamente, a esto se le llama tener riqueza de "contenidos". En 2016, PornHub recibió 23 billones de visitas. Aproximadamente 64 millones de personas al día viendo porno en una sola web. En cuanto a la cantidad de contenido vista, es absolutamente asombroso: todos los vídeos que se vieron en ese año en PornHub, duraría 5.246 siglos. Eso, en tan solo un año. Es mucho porno.
     Pero no todo el porno se crea de la misma forma. Al estar dentro del libre mercado del capitalismo, es un mercado no regulado que solo cambia los precios según haya competencia o no. Esto afecta, evidentemente, a los actores y actrices. Tienen que ganarse la vida, y ahora que el porno de pago está en clara decadencia, donde hay dinero es en los vídeos amateur y en las producciones gonzo, para hacer que el porno siga siendo interesante (esta frase no es mía). Irónicamente, resulta que los beneficios de páginas como Redtube y PornHub siguen aumentando, mientras que el dinero que ganan las actrices por escena es cada vez más bajo. Las estrellas como Jenna Jameson ya casi nunca aparecen, o ni siquiera se oye hablar de ellas, y es casi imposible firmar contratos con grandes productoras para hacer varias películas como se hacía antes, así para ganarte el sueldo tienes que rodar prácticamente de escena en escena.
     Con tantas productoras queriendo quedarse con parte del pastel, necesitan algo que venderle a esos 64 millones de visitantes diarios. ¿Y qué producto es ese? Violencia. El porno siempre se ha centrado en la cosificación de la mujer más que en otra cosa, pero desde que se consigue en formato digital, el abuso ha pasado de ser algo que ocurría en las pelis de vez en cuando a ser la única meta del guion.
     Merece la pena mencionar, en este punto del artículo, que no tratamos el tema de si hay consentimiento en el porno. Aunque es un asunto importante, innegablemente, y lo tocaremos más adelante, también es necesaria una discusión, por desgracia, demasiado extensa para poder llevarla a cabo en este momento.
¿Erotismo o abuso?
     Con la "pornografía" es muy importante contextualizar la "violencia" para entender realmente lo normalizada que esta está dentro del porno. La violencia física es abundante -estrangulamientos, penetraciones forzadas, bofetones y puñetazos- pero la violencia también puede ser simbólica. La violencia es una herramienta que oprime y subyuga a la víctima, y el porno está infestado de esta "simbólica" subyugación.
     Una de los géneros más populares del porno es el llamado "casting en el sofá". En él se ve a un hombre, normalmente no se le ve la cara, que se encuentra con un sinfín de inocentes jovencitas que, supuestamente, buscan entrar en la industria del cine. El hombre sin cara les dice que sabe muy bien cómo hacerlas famosas, pero que antes necesita hacerles una prueba. Lo que las mujeres no saben, pero el espectador sí, es que no van a entrar en la industria del cine. Esas mujeres están ahí para que las usen y luego las rechacen.
     El escenario de este tipo de escenas es particularmente perturbador, porque para el espectador medio parece muy real. Es todo real desde la producción estilo amateur, hasta la forma de actuar de las chicas. Algunas a veces parecen dudar, pero la promesa de un sueldo altísimo y el lanzamiento de una gran carrera futura al final hace que se sometan, aunque sea con reticencias. 
     Lo que el espectador ve no es ni más ni menos que una "representación" de sexo bajo coacción. Y no nos andemos con rodeos sobre esto: el sexo coaccionado es violación. He escrito la palabra "representación" entre comillas porque la línea que separa la realidad de la ficción en el sexo es muy difusa. ¿Cuántas mujeres entran en la industria del porno (y en otras) por problemas económicos, y son forzadas a tener relacione sexuales que no quieren tener bajo la promesa de una carrera laboral? Es muy probable que estas mujeres se presentaran a ese casting solo por motivos económicos. No tenemos más que ver el escándalo Weinstein para darnos cuenta de que este tipo de situaciones son de lo más habitual.
     El hecho de que este sea un encuentro "ficticio" no importa, en cuanto a lo que los espectadores quieren ver. Ellos disfrutan de ver a una mujer obligada a tener sexo, que ella se resista al principio solo hace que se exciten y se animen más. Algunos títulos son "estafa a una mamá para tragárselo y romperle el culo", "adolescente tímida", "largo y doloroso anal" y "folladas por el culo en un casting para conseguir la fama".
     La única intención de estos títulos es deshumanizar y degradar completamente a la mujer por medio de la violencia y la coacción, además de ser un estímulo para los espectadores. Es evidente que la idea de una madre que pasa por problemas económicos y tiene que recurrir a hacer porno pone cachondos a los consumidores de este tipo de películas, y mucho más si saben que encima están estafando a las actrices. Sexo anal violento es lo que quiere el consumidor, y es lo que recibe. Y no es nada difícil de encontrar. Solo me costó dos o tres clicks encontrarlo en PornHub. 
La actriz porno Stoya


     "Bueno, pero esto es simplemente una fantasía" te dice el lobby de la pornografía, y por tanto, no debería ser objeto de un examen moral demasiado riguroso. A menudo hay quien defiende la pornografía como un lugar en el que la gente puede explorar sus fantasías, y que no tiene consecuencias en el mundo real. Bueno, en teoría puede colar, pero como dice Andrea Dworkin, "la pornografía es algo que le ocurre a las mujeres". Incluso aunque pasemos por alto que lo que pasa en escena le está pasando a una mujer real, tendrías que ser muy ignorante para creer que esas escenas suceden en una especie de vacío, y que en el mundo real no influyen para nada en las actitudes que adoptamos hacia el sexo y hacia las mujeres. Mira lo que le pasó al padre de la estrella del porno Stoya. No le hizo ninguna gracia que su hija empezara a vender juguetes sexuales con su marca, porque le distraía cuando veía porno. Seguramente, porque se dio cuenta de que las actrices porno eran mujeres, y no simples agujeros de los que abusar. ¡Ay, el ser humano!
     ¿Crees que el porno no afecta a la actitudes sexuales de la gente? Piénsalo dos veces. En un estudio llevado a cabo por el British Medical Journal en el que se analiza la normalización del sexo anal entre los adolecentes, se concluye: 

"El sexo anal heterosexual se demuestra como doloroso, arriesgado y bajo coacción, particularmente para las mujeres. Los entrevistados a menudo citaban el porno cuando se les preguntaba por qué querían tener sexo anal... (pero) otro elemento clave era la competición entre hombres. También decían que "si lo hacen en las pelis será que a la gente le gusta" (incluso aunque sea contradictorio que para las mujeres sea doloroso). Y, como punto crucial, se admite la coacción y la penetración "accidental". 
     Y otras conclusiones similares:
"...los testimonios sugieren que el consentimiento mutuo para practicar sexo anal no era una prioridad para ellos. Los entrevistados a menudo hablaban de forma muy casual sobre penetraciones en las que las mujeres posiblemente iban a salir heridas o que tenían que obligarlas, y frases como "puedes desgarrarles el culo si intentas forzar el sexo anal", "sigue insistiendo hasta que se harte y al final te deja hacerlo de todas formas" dejan entrever que, no solo asumen que la coacción es parte de la práctica del sexo anal, sino que muchos de ellos lo aceptan y ni siquiera se plantean que no sea así".
     A ver, esto no es un juicio de valor sobre la moral de ciertas prácticas sexuales específicas, sino el contexto en el que surgen. De este estudio se saca en claro que el consentimiento no es prioritario, que la coacción se ve como una especie de reto y se presupone que va a haber dolor.
      Aunque este estudio concluyó que la pornografía era el único factor del aumento de esta demanda, no es descabellado afirmar que la hipermasculinidad de la competición sexual entre los hombres, y el no darle importancia al consentimiento, son el resultado de ver películas que muestran a las mujeres como simples objetos. Ni siquiera hace falta tener sexo para mostrar este tipo de actitudes. La reciente acusación con Aziz Ansari es un claro ejemplo de cómo los hombres sistemáticamente ignoran que, cuando quieren sexo, muchas veces no se les da consentimiento explícito. ¿Es tan difícil creer que la cultura del abuso reinante en la pornografía tiene algo que ver con esto?
     "Bueno, ¿y qué me dices del porno no violento?" (si es que existe tal cosa). A ver, ¿qué pasa con todo el porno que existe? ¿Cuántas mujeres tienen que sufrir abusos y ser cosificadas para que el territorio del porno deje de ser moralmente cuestionable? ¿23%? ¿36%? ¿88%? ¿Cuánta miseria hay que infligir a las mujeres en nombre de (falsa dicotomía) la positividad sexual para que nos empecemos a sentir mal por ello? ¿Hasta qué punto tenemos que convertir la orientación sexual (lebianismo), la raza (japonesas), la maternidad (embarazadas), la pedofilia (adolescentes) en un fetiche para empezar a examinar nuestros propios gustos sexuales y, consecuentemente, lo que esperamos de las interacciones en el mundo real? El fetichismo no está oculto en absoluto. Solo con echar un vistazo a la portada de PorHub ya te puedes hacer una idea "destroza mi coñito adolescente", "niñita cachonda e corre sobre papi", "colegiala cachonda de piel de ébano", "corrida en la cara de una adolescente tailandesa embarazada de 12 semanas, después de hacerle una ecografía". Esto es lo que se demanda en un mercado libre construido sobre la misoginia, el racismo y la cosificación.
     "Pero el abuso está consensuado". Aparte de que es muy arriesgado decir algo así, la verdad es que en realidad no importa si lo está o no. En La Muerte del Autor Roland Barthes sugirió que no se debe usar la identidad del autor para depurar el significado de un texto, y con el porno pasa lo mismo. No importa que los actores pretenden hacerlo pasar por una exploración de la "libertad sexual" si el resultado contribuye directamente a que en la vida real se normalice la violencia, la misoginia y la ausencia de consentimiento, porque todo eso deja impresión en los espectadores.
     El "empoderamiento" vive y muere con las estrellas del porno. Es verdad que en el mundo del patriarcado no debería ser obligación de las mujeres comportarse de modo que los hombres no se vean "tentados" de abusar de ellas (debería ser obligación de los hombres no ser así, para empezar). Y sin embargo, cuando el paradigma de sociedad es esa en la que las mujeres son habitualmente cosificadas, abusadas sexualmente y violentamente asaltadas, simplemente no tiene sentido pensar que si llamamos a todo esto "empoderamiento" vaya a cambiar el problema profundamente arraigado de los privilegios masculinos. Una rosa, si se llamara de otra forma, olería igual, en el fondo. Se necesita una revisión de las raíces y fundamentos, no una solución individualista, al estilo liberal. Solo porque la clase oprimida (en este caso las estrellas del porno) pueda sacar beneficio económico de sufrir abuso, no significa que el abuso esté moralmente justificado o que no exista. El abuso es abuso, llamarlo de cualquier otra forma simplemente le da a los hombres la oportunidad de justificarlo sin problemas.
      Los hombres ven a las mujeres humilladas y deshumanizadas en las películas porno, y actúan en consecuencia. Esto modela de algún modo nuestra sexualidad, y, exactamente lo mismo, le ocurre a las mujeres. Se las considera unas "estrechas" si no les gusta este tipo de relaciones, y de "guarras" si lo hacen. Escuchad a Bree Olson contar lo que le ha parecido a la gente el giro que le dio a su carrera después del porno. Es el arma de doble filo del patriarcado.
     
     ¿Qué podemos hacer? Lo más fácil es dejar de ver y consumir abuso. La pornografía impacta directamente nuestras actitudes hacia el sexo en el mundo tangible, en detrimento de hombres y mujeres, y a costa de la mujer. Casi todas las industrias seguirán refinando su oferta de servicios en el mundo digital, y la pornografía hará lo mismo. En este mercado en particular, la moneda de pago es la mujer.
      En cuanto a la tendencia en sí, se volverá más abusivo y violento para seguir dando beneficios, y ¿para qué? Porque no necesitamos pornografía, por tanto no la querríamos si no se renovara. Dos adultos pueden explorar el mundo sexual sin necesidad de ver un vídeo protagonizado por una chica cada vez más joven, mal pagada, sufriendo abuso verbal y físico para "inspirarnos". Si los liberales realmente creen en la igualdad, ya va siendo hora de que empiecen a rechazar todo aquello que crea desigualdad. Es hora de que nos exijamos más a nosotros mismos.

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Tom Farr el 22 de enero de 2018


Comentarios

  1. Excelente artículo. Me alegra que cada vez más hombres se sumen a esta causa. Os dejo un texto que publiqué en papel en 2011 (el porno ya se había convertido en una celebración de la misoginia) por si os interesa leerlo. Muchas gracias por vuestro trabajo.

    https://elestadomental.com/diario/el-porno-feroz

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    1. Muchas gracias por leernos y por tu apoyo. Toda difusión es poca. Y gracias por compartir también tu trabajo, le daremos difusión desde nuestro perfil de Twitter.
      Un saludo y adelante.

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