SUPERVIVIENTE DE LA TRATA DE MUJERES: ME VIOLARON 43.200 VECES

     Karla Jacinto está sentada tranquilamente en un jardín. Mira las flores y escucha a la gente que pasa por la calle, caminando y hablando, en Ciudad de México. Me mira fijamente a los ojos, y se le rompe un poco la voz cuando me dice la cifra que quiere que recuerde: 43.200. Según sus cálculos, 43.200 es el número de veces que ha sido violada después de caer en manos de traficantes de mujeres. Alrededor de 30 hombres al día, siete días a la semana, durante casi cuatro años: 43.200.
     Su historia ilustra perfectamente la brutal realidad de la trata de mujeres en México y EEUU, un submundo que ha destruido las vidas de decenas de miles de chicas mexicanas como Karla. La trata de mujeres es un negocio tan lucrativo que no conoce fronteras, y une ciudades del centro de México directamente con Atlanta y Nueva York. 
     Los agentes de México y EEUU apuntan directamente a una ciudad del centro de México que, durante años, ha sido una fuente principal de trata de mujeres, y el lugar al que las víctimas son llevadas antes de obligarlas a prostituirse. Esta ciudad se llama Tenancingo.


     Con una población de apenas 13.000 habitantes, es extraordinariamente famosa por la prostitución y el proxenetismo, dice Susan Coppedge, que actualmente trabaja en en Departamento del Estado contra el Tráfico Humano de EEUU, y previamente había trabajado para la fiscalía de Atlanta. "Esa es la industria de la ciudad," dice Coppedge. "Y en los pueblos y ciudades pequeñas, las chicas no saben cuál es la reputación de Tenancingo, por lo que no sospechan cuando se les acerca algún hombre de allí. Suelen creer que tienen un gran futuro con esa persona. "Creen que las quieren y siempre se repite la misma historia para reclutarlas."

Maltratada desde los cinco años
     
     Karla me cuenta que sufrió abusos desde que puede recordar, y que se sintió rechazada por su madre."Procedo de una familia disfuncional. Abusaron sexualmente de mí y fui maltratada por un familiar cuando tenía cinco años," dice.
     Cuando tenía 12 doce años se fijó en ella un traficante de mujeres, que la atrajo con palabras bonitas y un cochazo. Ella estaba esperando por unos amigos cerca de una estación de metro en  Ciudad de México, cuando un niño que vendía chucherías se acercó a ella, y le dijo que alguien la había invitado a un dulce. Cinco minutos más tarde, dice Karla, un hombre se acercó a hablar con ella y le contó que era vendedor de coches de segunda mano. La timidez inicial desapareció cuando el hombre le empezó a contar cómo habían abusado de él cuando era niño. Karla cuenta que era muy cariñoso, todo un caballero. Se intercambiaron los números de teléfono y cuando él la llamó, una semana más tarde, ella se entusiasmó. Le pidió que fuera con él de excursión a Puebla, y la deslumbró cuando apareció conduciendo un Firebird Trans Am rojo. "Cuando vi el coche no me lo podía creer- Fue muy excitante. Me dijo que entrara en el coche para llevarme a algún sitio," dice.

Había señales de peligro por todas partes

     El hombre, que en aquel momento tenía 22 años, diez más que Karla, no tardó mucho en convencerla para que se fuera con él, especialmente tras una noche en la que la madre de Karla no abrió la puerta porque había llegado tarde. "Al día siguiente me fui con él. Vivimos juntos tres meses, y en ese tiempo me trató muy bien. Me quería, me compraba ropa, me prestaba atención, me regalaba zapatos, flores, bombones, todo era maravilloso," dice Karla.
     Pero había señales de peligro por todas partes.
     Karla dice que su novio a veces se iba y la dejaba en casa sola durante una semana. Los primos de él aparecían cada semana por el apartamento con chicas nuevas. Cuando finalmente Karla encontró valor para preguntarle a qué se dedicaban, él le dijo la verdad: "son proxenetas."
     "A los pocos días él me empezó a decir todo lo que tenía que hacer: las posturas, cuánto tenía que cobrar, lo que tenía que hacer con los clientes y durante cuánto tiempo, cómo tenía que tratarlos y hablar con ellos para que fueran generosos," dice Karla.

Cuatro años de infierno

     Fue el principio de un infierno que duró cuatro años. La primera vez que la obligaron a prostituirse fue en Guadalajara, una de las ciudades más grandes de México. "Empezaba a las 10 de la mañana y acababa a medianoche. Estuvimos en Guadalajara una semana. Echa cuenta: veinte por día, durante una semana. Algunos hombres se reían de mí porque me echaba a llorar. Tenía que cerrar los ojos para no ver lo que me hacían, para no sentir nada," cuenta Karla.
     Hubo otras muchas ciudades. La enviaron a burdeles, moteles de carretera, calles e incluso a domicilios. No había vacaciones ni días libres, y, tras los primeros días, la obligaban a tener, como mínimo, 30 clientes al día, todos los días de la semana. 
     Karla me cuenta cómo su chulo le pegó una paliza cuando uno de los clientes le hizo un chupetón. "Me pegó por todo el cuerpo con una cadena. Me dio puñetazos, patadas, me tiró del pelo, me escupió en la cara, y aquel día también me quemó con una plancha. Le dije que quería irme, y me acusó de estar enamorándome de un cliente. Me dijo que me gustaba ser puta."

Y entonces llegó el niño...

     Un día, cuando estaba trabajando en un hotel conocido por sus prostitutas, apareció la policía. Echaron a todos los clientes, dice Karla, y cerraron el hotel. Pensó que era su día de suerte, una operación policial para liberarla a ella y al resto de chicas. Su alivio pronto se convirtió en terror cuando los oficiales, unos 30, llevaron a las chicas a distintas habitaciones y empezaron a grabarlas en vídeo en posturas comprometidas. Les dijeron que enviarían los vídeos a sus familias si no hacían todo lo que les pedían. "Me dieron asco. Éramos menores, ni siquiera estábamos desarrolladas. Estábamos tristes. Algunas niñas solo tenían diez años. Algunas lloraban. Les dijimos que éramos menores, pero no nos hicieron caso." En aquel momento, Karla tenía 13 años. 
     En su pesadilla, un embarazo era motivo de espanto, no de alegría. Karla dio a luz a una niña cuando tenía 15 años, hija del proxeneta, que usaba a la niña para atar a Karla aún más: si ella no satisfacía todos sus deseos, dañaría o mataría a la niña. Él se la llevó cuando tenía solo un mes, y Karla no volvió a verla hasya que ya había cumplido un año. Karla Jacinto fue rescatada finalmente en 2008 durante una operación contra la trata de mujeres en Ciudad de México. Su sufrimiento duró cuatro largos y tormentosos años. Todavía era menor, 16, cuando todo acabó, pero ha padecido un horror que permanecerá con ella toda la vida.
     CNN ha verificado independientemente partes de la historia de Karla. Hemos hablado con el grupo contra el Tráfico Humano al que asistió tras ser liberada, y con algunos oficiales de Road to Home, un refugio en el que Karla vivió durante un año tras ser rescatada. Debido a la naturaleza clandestina del propio negocio de la trata de mujeres, corroborar todo lo que Karla nos contó no fue posible.

"Quitaos la venda de los ojos"

     Karla tiene 23 años. Se ha convertido en una portavoz contra la trata de mujeres, y cuenta su historia en conferencias y actos públicos. Habló con el papa Francisco en julio en el Vaticano. También contó su historia en el congreso de los EEUU en mayo. Su testimonio se usó como evidencia para apoyar la H.R. 515, o ley de Megan, que exige a las autoridades de EEUU que compartan cualquier información que haya sobre pederastas o pedófilos que intenten viajar al extranjero. 
     Su mensaje es que el tráfico de personas y la prostitución forzada siguen existiendo y es un problema creciente a nivel mundial. Karla dice: "esos menores son abducidos, atraídos y arrastrados lejos de sus familias. Es necesario que sepas lo que me pasó y te quites la venda de los ojos." Quedarse de brazos cruzados, dice, pone a innumerables niñas en riesgo de ser traficadas durante años, y violadas miles de veces, como le pasó a ella.

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Rafael Romo, publicado en la web de CNN el 20 de septiembre de 2017




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