SUBCONTRATANDO EL EMBARAZO: UNA VISITA A LAS CLÍNICAS DE SUBROGACIÓN EN LA INDIA

     Julie Bindel, una firme opositora a la gestación subrogada, viajó a la India para saber más sobre esta práctica, que mueve alrededor de 690 millones de libras (casi 800 millones de euros) al año en el subcontinente.
Madres gestantes descansan en una clínica en Anand
     He escuchado muchas historias sobre mujeres a las que sus maridos, o sus chulos, obligan a alquilar sus vientres, y le pregunto a Mehta si es consciente de esto. "Sin el consentimiento de los maridos (de las madres gestantes) no llevamos a cabo la gestación. Nunca les damos todo el dinero antes del parto. Se lo cobramos a los padres de intención, pero no se lo damos a la madre gestante hasta que esta no nos da el bebé. Le ofrecemos alojamiento y la cuidamos hasta que dé a luz, sin problema."
     Mehta dijo que intentan hacer que la gestante no establezca vínculos con el bebé, y para ello le dan medicamentos para evitar la lactancia. "No producirá leche y tampoco le enseñaremos al bebé."
     Algunas mujeres venden su leche, se la extraen con un sacaleches en la propia clínica y se la entregan a los padres de intención. Otras aceptan directamente que les paguen por dar de mamar al bebé, a pesar de los lazos emocionales que se puedan establecer.
     La Sociedad de Reproducción Asistida de la India está planeando proponer al gobierno un cambio en la ley. "Se mueven millones de dólares en los sistemas de fecundación in vitro," dice Rana.
     En otra clínica de Ahmenabad conocí a la doctora Amin en un edificio en ruinas escondido entre un garaje y una tienda de suministros eléctricos. La oficina está muy desordenada y no tiene ventanas. Las paredes están cubiertas de fotografías de bebés y postales de agradecimiento escritas por padres de intención. Amin me enseña varias fotografías de posibles gestantes, mientras me explica las tarifas de donación de óvulos: "las donantes blancas cobran entre 2.500 y 3.000 libras (entre 3.000 y 3.500 euros) y las donantes indias unas 1.000 libras (menos de 1.200 euros)."
     Las gestantes están en sus casas durante el embarazo, y son monitorizadas todos los días. "No permito que las gestantes vivan en la clínica," dice Amin. "El marido es el mejor guardián, a mi entender. Tratamos de implicarlo en el programa, y sabe cómo cuidar a su mujer. Si sale de casa y se siente sola es posible que quede con amigas, y es difícil que yo pueda controlar eso. Incluso si las alojara en un albergue no sabría lo que pasa allí."
     Le pregunto si alguna vez las mujeres sufren violencia doméstica durante el embarazo. "Rara vez, pero sí lo he visto. El año pasado oí cómo el marido estaba pegando a una de las gestantes. Vino llorando a la clínica, así que le dimos cobijo. Una vez que el bebé nació, la mandamos de vuelta a casa".
     Según Amin, las gestantes que ella contrata son de clase media o alta. "Hace poco hemos contratado a tres chicas Brahmin (una casta alta), todas educadas. Tenemos un 25% de chicas de esa clase. Alrededor del 85% de las gestantes viven bien." Sospecho que esto es mentira. Un estudio llevado a cabo por el grupo Stop Surrogacy Now muetra que, aparte de algunos casos raros, normalmente las mujeres pobres de castas más bajas son las que se convierten en madres de alquiler. 
     Hablamos sobre el reciente cambio en la ley, y Amin me cuenta que hay una clínica en Hyderabad que produjo* 5 bebés para una pareja gay, de 5 madres distintas. Las parejas del mismo sexo no tienen acceso al programa de gestación subrogada de la India desde 2013, pero, como me dijo una vez una enfermera: "sigue pasando en Delhi y en muchos sitios, porque no es una industria que esté regulada."
     Cuando salgo de la clínica, Amin me enseña una fotografía en la pared que muestra a una mujer blanca, con un bebé de piel muy oscura. "Quiso que la donante de óvulos fuera india." Le pregunté por qué, si es que su pareja es india, por ejemplo. "No, quería tener un bebé con el pelo negro," dice Amin.
     Me cobra las 1.500 rupias por la consulta y me acompaña a la puerta.

*En el texto se utiliza el verbo "to produce", literalmente "producir" (N. de la T.)

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Julie Bindel, publicado en The Guardian el 1 de abril de 2016
     


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