DEJADNOS DEBATIR EL TRANSGÉNERO SIN ACUSARNOS DE DISCURSO DE ODIO

Las investigadoras y teóricas que cuestionan la práctica del transgénero están sujetas a una campaña de intimidación

     Cualquiera que critique el transgénero está siendo censurada, como resultado de una campaña de vilificación por parte de los transactivistas de cualquiera que no acepte la ortodoxia en este tema. Hace poco, en Comment is free piece, por el transactivista Roz Kaveney, destacó que "las feministas radicales están actuando como una secta", criticando una conferencia feminista próxima, en la que yo iba a ser invitada, en base a que mis "seguidores" son culpables de "discurso de odio" por nuestra crítica a esta práctica.
   Aunque los comentarios de Kaveney sobre mí son relativamente suaves, la campaña de los transactivistas en general no lo es en absoluto. Esta campaña, concretamente, convenció al Convey Hall, la sala de conferecias, para que me vetaran por "difundir odio" o "discriminar activamente". Cuando les preguntaron sobre el tema, parece ser que me compararon con "David Irving, negacionista del holocausto". La prueba de esto consiste en frasesueltas mías que debaten el transgénero, consideradas una violación de los derechos humanos, o evidencia de discurso de odio.
     Durante años, ha habido una campaña en vivo y por internet para asegurarse de que yo, y otras personas que critican el transgénero, de cualquier disciplina académica, no tengamos oportunidad de hablar en público. Nunca he hablado en público sobre el transgénero, hablo sobre la religión, los derechos de la mujer, la pornografía, y los cánones de belleza.
    Da igual cuál sea el tema de mi presentación, o si es en Australia, Reino Unido o EEUU, los transactivistas bombardean a los organizadores y a la sala con emails acusándome de transfobia y discurso de odio para conseguir que me veten. En blogs, Facebook y Twitter me acusan de querer "eliminar" a los transgénero, y me desean la muerte. Un activista ha creado al imagen de un pesticida que lleva mi foto con el eslogan "mata feministas radicales inmediatamente". Estos mismos transactivistas acuden a mis charlas con pancartay me amenazan. 
    Lo que está claro es que los transactivistas no quieren ninguna crítica. No solo se dirigen a mí, sino a cualquier feminista que sea crítica. Germaine Greer fue bombardeada con purpurina (una práctica que se considera agresión, y puede dañar la vista) este año en Sydney, a pesar de que lleva años criticando el transgénero.
   Los psiquiatras y sexólogos que se atreven a criticar el transgénero son también blanco de agresiones y amenazas. El transactivismo consiguió cancelar una conferencia en Londres titulada: "Transgénero: hora de cambiar" organizada por el grupo de estudio de gays y lesbianas del Royal College of Psychiatrists en 2011. En 2011, el sexólogo Michael Bailey publicó un libro, El hombre que iba a ser reina, que defendía que el transgénero es una práctica basada en el fetichismo sexual. A raíz de la publicación, fue sujeto de una campaña demonizadora, que incluyó la publicación de fotos de sus hijos en determinada web, junto con distintos insultos. El objetivo es asustar a cualqueir investigador que se atreva con el tema.
     Hay muchos aspectos del transgénero que son estudiados, incluyendo la historia, la construcción social del concepto, el reciente aumento de la identificación de niños trans, el fenómeno de los trans arrepentidos (aquellos que se dan cuenta de que han cometido un error). Dado que las drogas y el tratamiento quirúrgico ya están normalizados, y cada vez se practican sobre gente más joven, es muy importante que los derechos de los profesionales, investigadores y teóricos que estudien el tema sean salvaguardados. Pero, en lugar de eso, están siendo sometidos a campañas de bullying, intimidación e intentos de silenciarlos. El grado de vituperación y la energía que emplean en ello los transactivistas nos da a entender que el miedo que tienen es que las críticas al transgénero estén fundadas, por eso no quieren permitir ninguna investigación o debate riguroso.

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Sheila Jeffreys y publicado en The Guardian el 29 de mayo de 2012


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