DESDE LA JAULA: LA PROSTITUCIÓN EN ALEMANIA

Drogas, violencia, intimidación: las mujeres venden su cuerpo por tan solo 30€ en Alemania, mientras que otros sacan beneficio de la transacción. DW habló con una mujer que nos cuenta su experiencia como extrabajadora sexual.

     La mayoría de las noches tenía que hacerse 10 o 12 clientes, algunas veces 14, y acababa sobre las 3 de la mañana. "Es todo lo que podía aguantar" nos dijo Julia, usando el mismo nombre que le daba a los clientes.
    Otras mujeres, según dijo, las que trabajaban toda la noche y le ofrecían a los clienteservicios más inusuales, solo aguantaban a base de mezclar alcohol y drogas.
  DW no puede contrastar la historia de la mujer de forma independiente, pero sí con trabajadoresociales y policías que trabajan en la industria del sexo. Julia nos ha mostrado algunas fotos de su época como trabajadora sexual. Nos pidió que las guardáramos en secreto, igual que su nombre real. 
   Primero en la calle, luego en casas privadas, burdeles y bares en Suiza, Francia, Grecia y finalmente Alemania, Julia pasó diez años vendiendo su cuerpo, hasta el 10 de marzo de este año, un día que, seguramente, no olvidará fácilmente: "el cliente me dio 100€ por una hora, todo normal. Eso fue todo".

Unos 4.000€ por una habitación
   Fue su último cliente, su último día como trabajadora sexual, el último día dominada por la constante preocupación de no ser capaz de conseguir dinero suficiente para pagar los 130€ diarios que le pedían por la habitación del burdel en el que vivía y trabajaba. Cada noche, daba igual si estaba enferma, si había sido buena o mala noche, tenía que dar ese dinero, que ascendía a casi 4.000€ al mes.
    Ese fue también el final del ciclo de noches largas y días cortos, lasonrisas forzadas y la alegría fingida.
    Cuando Julia decidió entrar en la industria del sexo a los veinte años, sabía que no sería fácil. "Pero resultó mucho peor de lo que pensé".
    Había elegido el trabajo sexual "porque quería una vida mejor para mis hijos". Había tenido al primero de los dos cuando tenía solo 14 años, y dejó el colegio cuando aún era adolescente. 
    Una fotografía de mala calidad en su móvil mostraba a una mujer con el pelo rubio platino, tacones y ropa interior, posando para la cámara en un hall muy iluminado. Julia se apresuró a explicar por qué aún guardaba las fotos. "Era joven", dice, como disculpándose.
   Es difícil reconciliar las fotos antiguas con la mujer que vi el otro día en un centro de apoyo a prostitutas de Stuttgart, una ciudad industrial del sur de Alemania. 
     Con maquillaje discreto, camisa abotonada, sentada en un sillón, habló elocuente y calmada sobre el tiempo que había sido trabajadora sexual y su decisión de dejarlo. 

Ningún beneficio social, como mucho un bonobús
     Al final  Julia se dio cuenta de que, a pesar de trabajar casi todas las noches, era incapaz de ahorrar nada para ella ni para los niños. Nos contó que, desde hace un par de meses, tiene ataques de pánico casi cada día. "A veces tengo que tomar Xanax", dijo (un ansiolítico).

     Los ataques de pánico, la depresión y en insomnio son síntomas comunes entre quienes trabajan en la industria del sexo, según Sabine Constabel. Es la presidenta de Sisters, una organización dedicada a ayudar mujeres que dejan la prostitución. Les ayudan a encontrar un lugar donde vivir y corren con sus gastos hasta que pueden arreglárselas. Las mujeres como Julia no tienen derecho a ningún beneficio social del estado alemán, puesto que nunca pagó impuestos. "Como mucho, le darán un ticket de bus para volver a casa", dice Constabel.
     Constabel está convencida de que el trabajo sexual no es otra cosa que violación. Es una palabra que repite mucho. "La prostitución acomoda a la mujer, en el sentido de que llegan a creer que no son más que basura".
     Constabel y su organización luchan por la abolición de la prostitución. ¿Mujeres y hombres que entran voluntariamente en la prostiticón? "No es más que un mito, propaganda difundida por grupos lobistas encabezados por dueños de burdeles", nos dijo. Aun así, su punto de vista es controvertido. Hay otras asociaciones en Alemania que apoyan a las trabajadorasexuales, y distinguen entre trabajo sexual voluntario y prostitución forzada.
     Esta distinción también la hacen los legisladores. El trabajo sexual fue, oficialmente, reconocido como trabajo en 2002. En teoría, mujeres y hombres pueden registrarse en la seguridad social como trabajadoresexuales. Y sin embargo, hasta ahora, solo se ha inscrito una minoría muy pequeña. 
     Una ley de 2017 exige que los burdeles y las prostitutasean monitorizados. Una cosa está clara: hay suministro constante de mujeres entrando en la prostitución. En cuanto alguna organización ayuda a una mujer a dejar la prostitución, alguien, rápidamente, la reemplaza. "Es terrible. La habitación se ocupa casi inmediatamente por otra mujer", dice Constabel. El principal motivo por el que las mujeres entran en la prostitución, explica, es la pobreza.

No se conoce el número total de trabajadoras sexuales
    Es imposible decir cuántas mujeres y hombres se dedican al trabajo sexual en Alemania. Podría ser decenas de miles, quizá unas 400.000, una cifra que los trabajadores sociales mencionan a menudo. No hay datos oficiales, ya que el gobierno solo empezó a recopilarlos en 2017.
    Es sabido que la mayoría de trabajadoras sexuales vienen de Europa del Este, principalmente de los dos países más pobres de la Unión Europea, Albania y Rumanía. De acuerdo con las cifras publicadas por la Comisión Europea en 2016, el salario medio en Rumanía es de unos 480€, dependiendo de la región. Un menor número de trabajadoras sexuales proceden de África, la mayoría de Nigeria.
    Julia nos dijo que podía mandar más dinero a casa cuando era trabajadora sexual del que habría podido ganar en Rumanía.
  A pesar de todo, también tuvo momentos de felicidad. Mientras nos contaba sus primeras vacaciones en familia, cómo había conseguido ahorrar lo suficiente para llevar a su madre y a sus hijos a Grecia, sonreía. "Nunca habíamos visto el mar".
     Ese mismo día por la tarde, a pocos metros del centro en el que habíamos quedado con Julia, las estrechas calles que albergan el distrito rojo de Stuttgart estaban casi vacías. Los neones rosas y naranjas que anunciaban "chicas, chicas, chicas" y las siluetas de mujeres con tacones altos aún estaban apagados, los bares desiertos. Le única figura visible era de un hombre corpulento, con los brazos tatuados cruzados frente al pecho, que miraba amenazador a cualquiera que pareciera estar inspeccionando el vecindario.Posiblemente, fuera uno de los hombres que Wolfgang Fink, de la Oficina Estatal de Policía Criminal de Baden-Württemberg conoce tan bien: los hombres cuyos nombres ha visto tatuados en las espaldas y muslos de muchas mujeres, con enormes letra negras, marcándolas como su propiedad.

Miembros de bandas, e incluso miembros de su propia familia
     Estos hombres suelen ser miembros de los Ángeles del Infierno o los Tribunos Unidos, bandas criminales y violentas que dominan la trata y rellenan los burdeles con un constante flujo de mujeres. Fink, que ha investigado la trata durante una década, dice que los burdeles son "jaulas" como las que se usan para confinar a las gallinas ponedoras en granjas. Nos recuerda las luces artificiales y las altas temperaturas. Las mujeres que andan por el burdel, casi en cueros, apenas saben si hace sol o llueve en la calle.
     "Casi nunca salen del burdel. He hablado con mujeres que no sabían ni qué estación del año era". Hablo con Fink. La ira y el disgusto que siente por los chulos es palpable. A menudo encandilan a mujeres jóvenes, fingiendo que las quieren y las cuidan , solo para luego volverse violentos. La policía conoce casos de mujeres que han sido golpeadas hasta la muerte, y casos de tíos o hermanos que obligan a mujeres de su familia a vender sus cuerpos.

Difícil de imputar
    Los chulos ejercen tal control sobre las mujeres que muy pocas se atreven a aparecer como testigos en un juicio. Pero, sin sus testimonios, las autoridades son incapaces de imputarlos, y a menudo quedan el libertad.  A veces un simple gesto con la mano -Fink chasquea los dedos para ilustrar esto- es suficiente para silenciar a una mujer en un juzgado.
    "Otro problema con el que nos encontramos es que el comercio sexual se está moviendo mucho en internet, lo que lo hace mucho más difícil de investigar", dice.
    En realidad, su trabajo no consiste en encontrar una solución, pero el policía le ha estado dando muchas vueltas al asunto. La prostitución es legal, siempre que la mujer tenga más de 18 años, pero Fink está convencido de que, a esta edad, aún son demasiado jóvenes. "Prácticamente, aún son niñas. No entienden en dónde se están metiendo". No cree que la prostitución deba ser necesariamente abolida, pero sí que las trabajadoras puedan guardar sus ganancias, y no tener que dárselas a un chulo.
   Julia insistía en decir que nunca tuvo un chulo. Esto la hacía ser una rara excepción entre las mujeres extranjeras que se prostituían. "Es prácticamente imposible venir aquí de forma independiente", decía Fink.
     Pero, a pesar de que le pregunto repetidas veces, sigue diciendo que nunca tuvo un chulo, aunque se le acercaron muchos hombres a ofrecerse como "protectores". Los rechazó a todos, porque sabía que tendría que darles la mayor parte de sus ganancias. También nos contó que no había sufrido muchos episodios de violencia.
     Mirando atrás, nos dice, no volvería a optar por meterse en la prostitución.
     Le encanta ser "normal", dice, sonriendo cuando recuerda cómo tiró toda la ropa que solía usar, la ropa interior y los tacones, y compró blusas, una falda larga y zapatos cómodos. "Me sentía genial".
     Espera que pronto podrá convertir su trabajo temporal en una empresa de limpieza en trabajo fijo, para encontrar un apartamento y vivir con sus hijos.
    También tiene planes a largo plazo: apuntarse a clases de alemán y sacarse algún título de geriatría, o trabajar en un salón de belleza.
     Y, tal vez, nos dice, tenga la suerte de encontrar a un hombre que la quiera "tal como soy". Y sonríe.

Traductora: Marina Liñán

Escrito por Naomi Conrad y Esther Felden, publicado el 2 de junio de 2018
https://www.dw.com/en/inside-the-battery-cage-prostitution-in-germany/a-44350106



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